jueves, 27 de diciembre de 2007

PARQUE DEL ESTE en vía de extinción



El Parque Nacional del Este no existe. La ley Sectorial de Áreas Protegidas dejó sólo el esqueleto y una osamenta: no es un ser vivo. Para entender lo que le ocurrió a este parque, creado por decreto del presidente Balaguer en 1975, se necesita estar consciente que en términos ecológicos es solo la franja que corre a lo largo de su costa.


El parque es peninsular e insular, pues está formado por un trapecio invertido localizado entre Bayahíbe y Boca de Yuma, separado por un estrecho de la isla Saona.

Pero precisamente, la ley Sectorial 002-04 que recortó una banda de un kilómetro por 17 del litoral solo dejó el macizo de piedra caliza que está bordeada por la banda que constituye la mejor parte del parque, es decir, un santuario de especies protegidas así como un paisaje histórico rico en pictografías y petroglifos taínos.

El Parque del Este, con su magnífica biodiversidad, belleza ecológica y herencia cultural se mantenía reposando tranquilo. Pero tanta belleza no era posible en un país sin políticas turísticas, agrícolas o industriales y el parque del Este se transformó en un terreno de sórdida disputa bajo las leyes del mercado.

No se sabe de dónde vino una motivación para justificar el recorte, pero es obvio que “una mano invisible” utilizando el soborno y el tráfico de influencias, persuadió a los legisladores más oportunistas para que con rapidez inusitada se reunieran “en cuclillas” como ladrones en la noche, para modificar el proyecto de ley original y adecuarlo a las nuevas apetencias.

Las hostilidades estallaron, con los “desarrollistas” acusando a los “conservacionistas de querer sabotear el progreso. Pero la percepción del presidente de la República de entonces, Hipólito Mejía, de que las áreas en discusión eran sólo lugares “de iguanas y mariposas” pesó mucho y contribuyó a la promulgación que se produjo el 30 de julio del 2004.

De un plumazo, cayeron dentro del área “liberada” del Parque, sus emblemáticos lugares: La Palmilla, Las Calderas, Punta Catuano, El Aljibe, el Guanábano, la gran Corra, el Caletón de la Carta, punta Cacheo.

La explotación de esta “área liberada”, a falta de una política nacional de equilibrio entre conservación y desarrollo, ha hecho que las secretarías de Medioambiente y Turismo entren en contradicción, invadiendo una las atribuciones de la otra. Así, a pesar de existir desde 1980 un Plan de Manejo del Parque del Este, respaldado por la OEA, el secretario de Estado de Turismo se destapa ordenando un Plan Director de Ordenamiento de la zona Bayahíbe-Boca de Yuma (el parque del Este), para el cual suscribió un contrato en fecha del 9 de diciembre del 2005 con la empresa Argos por la suma de 11 millones.

Poco ha importado que la parte que le fue amputada al Parque es una espléndida reserva de fauna y flora, que protegía una vegetación de 484 especies nativas, así como 144 especies de aves; mamíferos en extinción como la jutía y el solenodonte; además, hay iguanas rinocerontes, seis especies de serpiente, diez especies de lagarto y tres especies de cangrejo; Las especies marinas en peligro incluyen al manatí del Caribe y a las tortugas caguama verde y carey.

Talvez la única esperanza que tienen los conservacionistas reside en las contradicciones del capitalismo, pues a la defensa del santuario se han sumado de manera soterrada los inversionistas que expanden sus operaciones desde Uvero Alto hasta Miches, no por amor a la naturaleza, sino porque la explotación turística del parque del Este sería una amenaza a su capacidad instalada, es decir… competencia.


Aun aceptando el destino trágico de que el Parque del Este se convierta en una atracción turística, lo importante sería entonces establecer de manera definida y legal el tipo de desarrollo turístico que se implementaría.

Un turismo ecológico sería preservador, didáctico, divertido y armónico con la naturaleza. Lo doloroso sería que se contaminaran las áreas protegidas para dar paso a modernos resorts al estilo pornoturimo, con su lascivia, promiscuidad, saltipankys y fandango.
La discusión continuará, pero no importan los argumentos, una cosa debe quedar clara: no queremos medio ambiente… lo queremos entero!

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